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Inteligencia emotional

La inteligencia emocional nos permite gestionar nuestras emociones, entender a los demás y establecer relaciones interpersonales efectivas


La habilidad de reconocer y comprender nuestras propias emociones y cómo estas impactan a otros es la conciencia emocional.  Para ello es importante tener vocabulario emocional; para poder expresar todo aquello que sentimos al poner atención a nuestro cuerpo.


Las emociones son una reacción fisiológica del cuerpo, son la manera natural en la que los seres humanos reaccionamos a lo que ocurre a nuestro alrededor.


Escucha a tu cuerpo, siéntelo, obsérvalo; el cuerpo no nos miente. Si tu cuerpo está tenso, hay algo que lo está provocando y es importante fijar nuestra atención en ello para poder solucionarlo.


Una emoción por sí sola no es algo negativo, lo que pudiera ser disruptivo es un mal manejo de la emoción. Para evitar esto, existe la autorregulación. Esta se centra en el desarrollo de la capacidad para manejar sentimientos adversos y adaptarse a cambios.


Es importante regularnos, saber que somos responsables de lo que sentimos o pensamos y no podemos culpar a los demás. Las emociones no deben de impedir que sigamos fluyendo.


Sentir, está bien. Pero cuando no podemos gestionar una emoción como el rencor o la necesidad de tener el control de todo, o no entendemos por qué estamos sintiendo lo que sentimos, debemos buscar ayuda. 


Todo lo que nos pasa está conectado a nuestro cuerpo, mente y emociones. No hay emociones buenas ni malas. Las emociones son necesarias y es necesario expresarlas.


Es importante que las emociones salgan, no reprimirlas; pero si regularlas. No todas las personas expresan sus emociones o sentimientos de la misma manera y es respetable, hay personas que necesitan llorar, otras, necesitan platicar con alguien; algunas van a terapia.



Una emoción debería durar 90 segundos en el cuerpo si se regula de la manera correcta. Las emociones duran mucho más y se convierten en sentimientos cuando nuestra cabeza le da vueltas a la situación y ésta alimenta la emoción. Los sentimientos pueden durar horas, días y hasta años cuando rumiamos la información (le hubiera dicho, hubiera hecho, porque no hice…).



Querer tener el control de todas las cosas y que todo siempre salga al 100, nos genera expectativas muy altas que después nos causan frustración al ver que no podemos lograr controlarlo todo. Por lo tanto, es importante trabajar con las expectativas que nos generamos.


“Es imposible tener el control de todo”

“Todas las decisiones están en mí, mi actuar está en mí; no en los demás”

 

Una pieza clave para alcanzar nuestras metas es la autonomía emocional. La inteligencia emocional nos da las herramientas para automotivarnos, con un enfoque a la realización y satisfacción personal, moviendo a un segundo plano la necesidad de reconocimiento o recompensa externa.


Es importante considerar las competencias para la vida, las competencias sociales y el bienestar que son necesarios para entender las emociones de otros.


Tener la capacidad de reconocer y entender cómo se sienten otras personas y tomar en cuenta estas emociones antes de continuar una interacción nos permite comprender las dinámicas que influencian las relaciones tanto en la esfera familiar, como en la escolar y profesional.


Para que podamos ser empáticos con los demás, es esencial tener un autoconcepto sólido, bien construido y positivo. Es decir, la imagen que tenemos de nosotros mismos.


Con los niños siempre será más efectivo el ejemplo que las palabras. El niño no puede regularse como el adulto lo hace y es muy importante que como adultos vivamos nuestro proceso de cuidado emocional para que nuestros hijos puedan aprenderlo de la manera correcta y no con base en nuestros traumas, angustias o ausencia de inteligencia emocional.


“Una verdadera persona de éxito se da por el coeficiente emocional no por el intelectual. El verdadero éxito se obtiene más por las habilidades emocionales que tiene una persona.”



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